miércoles, 4 de mayo de 2011

La recompensa en castellano

La recompensa (703-720)

Tales cosas entonces de su plácida boca el Saturnio dejó salir:

«Decid, justo anciano y mujer de su esposo justo

digna, qué deseáis». Con Baucis tras unas pocas cosas hablar,

su juicio común a los altísimos abre Filemón:

«Ser sus sacerdotes, y los santuarios vuestros guardar

solicitamos, y puesto que concordes hemos pasado los años,

nos lleve una hora a los dos misma, y no de la esposa mía

alguna vez las hogueras yo vea, ni haya de ser sepultado yo por ella».

A sus deseos la sigue: del templo tutela fueron

mientras vida dada les fue; por sus años y edad deshechos,

ante los peldaños sagrados como estuviesen casualmente y del lugar

narrasen los casos, retoñar a Filemón vio Baucis,

a Baucis contempló, más viejo, retoñar Filemón.

Y ya sobre sus dobles rostros creciendo una copa,

mutuas palabras, mientras les estuvo permitido, se devolvían y «Adiós,

mi cónyuge», dijeron a la vez, a la vez, escondidas, cubrió

sus bocas un arbusto: muestra todavía el tineio, de allí

habitante, de su doble cuerpo sus vecinos troncos.

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